Álvaro Hernández Blanco ganador de la V edición de los Showing Film Awards con su corto «Gotta serve somebody»  nos acerca desde Los Ángeles la historia de Gabriel, un expandillero con una historia impactante sobre la lealtad dirigida hacia el sitio incorrecto.

¿Cómo descubriste la historia de Gabriel, el protagonista de tu corto?

Desde hace años me ha interesado el tema de las pandillas callejeras, o maras, como se las conoce en América Latina, donde son un problema muy prevalente. Son sintomáticas del fracaso de la unidad familiar, de una política local deshonesta, y de una educación pobre. Las implicaciones sociológicas detrás de las pandillas delincuentes son muchas y muy profundas, y hallarle solución a este problema me parecía casi utópico. Hasta que me enteré de la labor que desempeña el Padre Greg Boyle, un sacerdote jesuita que fundó Homeboy Industries en uno de los barrios más violentos y desfavorecidos de LA. Durante décadas, el padre Greg se ha dedicado a reformar pandilleros, a tratar sus adicciones, a ayudarles a controlar su ira, a perdonar, a tener miras más allá de su barrio. Tienen una cafetería muy agradable, y más de una vez me pasé a merendar algo. Al principio era surrealista; personas recién salidas de la cárcel, tatuadas hasta los topes y con misteriosas cicatrices, te atienden con toda la amabilidad y educación del mundo y te sirven café y pastas caseras que ya gozan de gran prestigio en LA. No tardé en darme cuenta de que ese sitio era especial, y que la labor del Padre Greg estaba dando fruto. Mi curiosidad se puso a cien y pronto me hallé hablando más y más con los trabajadores de Homeboys, cada uno de ellos con una historia de superación increíble. Entre ellos estaba Gabriel.

¿Cuánto tardaste en realizar “Gotta serve somebody”?

Tardé poco más de un mes. Le conté mi idea al Padre Greg, le pareció estupendo, y me dio vía libre para rodar en Homeboys. Al principio fui a entrevistar a varios expandilleros, a hacer una especie de casting. Entrevisté a unos 12, y de ellos Gabriel me pareció que tenía la historia más impactante. En él, al haber tenido hijos joven, estaba muy presente la idea de una lealtad mal enfocada, dirigida al sitio incorrecto. Además, Gabriel tiene experiencia contando su historia, ya que acostumbra a viajar y dar charlas. Me resultó un tipo articulado, que conseguía atraparte con su narración.

Pronto cogimos confianza, y el siguiente paso fue condensar la entrevista inicial que me brindó de 40 minutos a los 5 minutos que estipulaba el concurso. Fue una tarea complicada, pues nos obligó a dejar fuera elementos que han tenido mucho peso en la vida de Gabriel. En concreto, su madre tuvo un papel que no pudimos hacer justicia en el corto. Ella murió antes de ver en su hijo un hombre de provecho, y eso tuvo un efecto profundo en Gabriel, que se reafirmó en su deseo de enderezar su vida. También me resultó bonita la conciliación de Gabriel con su padre, paralela a la que sus hijos tuvieron con él. No profundizamos en este tema tampoco. La clave era mostrar la lealtad no como una virtud en sí, sino como un vínculo muy fuerte hacia algo. Es ese “algo” (la pandilla o la familia en el caso de Gabriel) lo que carga de moralidad a la lealtad. Las pandillas son un claro ejemplo de cómo la lealtad y un código de honor no son en sí ideales buenos.

Tardé un mes en filmar todo el material que necesitaba (su sesión de láser, su escena con su hijo menor, su trabajo en Homeboys…) Gabriel fue muy flexible y me permitió presentarme ahí como un cotilla y grabarle. A fin y al cabo un documentalista, en gran parte, es eso: un cotilla con una cámara.

¿Cómo conociste el concurso? ¿qué te animó a participar? ¿tendremos la suerte de verte el año que viene?

Los antiguos Kerygma, (ahora Showing Film Awards) me sonaban desde hace tiempo. Conozco muchos amigos que se han presentado a lo largo de los años, algunos con bastante éxito. José Pedro Manglano, uno de los fundadores del concurso, me instó a participar hace varios años, pero yo no acababa de dar con la idea correcta para los temas propuestos. Este año, con el tema de la lealtad, lo asocié con las pandillas y la labor de Homeboy Industries y se me encendió la bombilla. El año que viene ya no podré presentarme porque superaré la edad permitida. Pero no dejaré de estar al tanto de los cortos nominados y de la tremenda gala.

 ¿Qué fue lo más difícil al rodar tu corto?

Logísticamente, el corto no presentó ninguna dificultad real. Lo complicado fue encontrar el enfoque adecuado. Gabriel me avisó de que había cosas que no podría contar a la cámara, velando por la seguridad de los dos. A fin y al cabo, estamos hablando de grupos violentos que siguen haciendo estragos en LA (y a nivel internacional, de hecho), y no es buena ir levantando ampollas. Pensé que esta directriz me limitaría, pero al final me ayudó a centrar la historia en lo importante, que es Gabriel como individuo, y los cambios que ocurrieron en su interior.

 ¿Cuándo descubriste tu pasión por el cine y qué significa este arte para ti?

Empecé a rodar cosillas con unos once años, pero desde que tengo memoria me ha fascinado el cine. Eso de meterte en una habitación oscura y se proyecten luces y sombras en una pared, y que éstas te lleguen a lo más profundo de tu ser. Es magia. Auténtica magia. Como dijo Mussolini, “El cine es el arma más fuerte”. Resulta raro citar un dictador para respaldar mis ideas, pero en este caso, es que estoy totalmente de acuerdo. El buen cine tiene la capacidad de provocar cambios en nuestra esencia más insondable. Ahí llega el cine. Por eso, como con todo arma, creo que se requiere un uso responsable del cine. Las Showing Film Awards aspiran a eso, a hacer un cine de calidad que tire para arriba de las personas. Por eso me parece un concurso muy bonito y muy necesario.

 ¿Cuáles son tus planes de futuro?

En LA trabajo como editor, y poco a poco las oportunidades van a más. Espero seguir esta estela y dar con proyectos mayores y a la vez, quiero seguir trabajando en proyectos míos. Actualmente, estoy en postproducción de un cortometraje que escribí y dirigí. Espero tenerlo listo en un par de meses. También estoy metido de lleno en el mundo gastronómico de YouTube, con el canal La Cooquette, que llevo con mi prometida. Hacemos recetas y reportajes gastronómicos. Es un proyecto bonito que empieza a dar sus frutos. Y en un futuro más lejano, pues espero seguir dedicándome a contar historias por medio del cine, ya sea de ficción o documental. No me veo haciendo otra cosa.

 ¿Qué le dirías a los nominados que finalmente no ganaron?

Les diría que no desistan, que el cine se aprende haciendo cine. Ahora, además, es más factible que nunca. Con un móvil y un portátil se puede ir ejercitando la voz cinematográfica de cada uno. De cada proyecto, por muy fallido que resulte, se aprende algo. Seguro que si se presentan al año que viene, la mejoría será exponencial.

 ¿Qué has aprendido realizando este corto que quieras compartir con nosotros?

Antes había realizado varios cortometrajes de ficción, pero “Gotta Serve Somebody” era mi primera incursión como documentalista. Ha resultado una terea muy gratificante, muy distinta a la de rodar ficción. Creo que en el formato documental, en cierto modo se facilita el relato. En la ficción hay que poner mucho énfasis en convencer, en presentar una mentira que resulte verosímil. En el documental, te quitas gran parte de ese peso de encima. Los hechos hablan solos, y el énfasis recae puramente en la tarea de contar. Por ejemplo, Gabriel muestra sus agujeros de bala, y no hace falta decir más. Te metes en ese mundo, en su mundo. La labor de guión viene después del rodaje, cuando uno trata de darle un hilo coherente a la cantidad ingente de material rodado. En definitiva, ha resultado ser un cambio muy interesante y ha despertado e mí un interés en el mundo documental.   Además, creo que es el formato idóneo para catalizar cambios en la sociedad.

 ¿Crees que estar en Los Ángeles enriquece?

Desde luego. Tengo la suerte de residir en la Meca del Cine y de ganarme la vida haciendo lo que me gusta. En España es complicado que se tome en serio a un cineasta joven, con muchas ganas pero poco recorrido. Aquí en LA, si trabajas bien, la recompensa no tarda en llegar. Y se remunera bien el trabajo. En España impera la cultura de “no tenemos dinero, pero luego ya si suena la campana, te pagaremos más adelante”. En LA, los proyectos de financian y luego se hacen. En España mucha gente se empeña en hacerlo al revés, lo cual es ridículo.

Fuera de la industria del cine, LA tiene mucho que ofrecer. Es una ciudad cosmopolita y vibrante. Está muy manida la expresión “ciudad de contrastes”, pero desde luego que LA lo es. Desde los barrios humildes como el de Gabriel se alcanza a ver la majestuosa señal de Hollywood en la ladera de la montaña. Es una ciudad inmensa donde la disparidad parece ser el único denominador común, y creo que estar rodeado de gente tan distinta a uno mismo siempre resulta enriquecedor.